NOTA POR: JUAN SEPULVEDA

La misma semana en que temas educacionales copaban la agenda noticiosa,

con el paro de profesores; el reinicio de los incidentes en el Instituto Nacional; y el rechazo del proyecto de “admisión justa” por la Cámara de Diputados; el Sindicato Interempresas de Líder-Waltmart votaba en favor de la huelga. Aunque aparentemente se trata de hechos no relacionados, el motivo principal de esta huelga nos desafía a resituar nuestro todavía estrecho debate sobre la educación en el contexto del siglo XXI.

El principal desacuerdo entre el Sindicato y la Empresa Líder-Waltmart (SIL) que motivó la huelga, tuvo que ver con el impacto de la automatización y la consecuente exigencia de polifuncionalidad por parte de los trabajadores. Según Juan Moreno, Presidente del SIL, este cambio “nos pilló a todos desprevenidos, porque nosotros como trabajadores no teníamos mucha información sobre la robótica, todos los especialistas hablaban del tema digital, pero hoy vivimos en carne propia lo que significa la automatización y lo digital”.[1]

Lo anterior llevó a varios medios de comunicación a presentar reportajes y debatir acerca de las profundas implicaciones, en el futuro próximo, de la inteligencia artificial para nuestra forma de vida, pero principalmente para el desempeño laboral, no solamente para los trabajadores de baja calificación, sino también para los profesionales universitarios. Pero lo dramático es que ya no estamos hablando de un tema del futuro. Según Juan Francisco La Regla, Secretario General del SIL, “para nosotros, la automatización no es el futuro, es nuestro presente”.[2]

[1]  https://www.fayerwayer.com/2019/07/walmart-lider-huelga-tecnologia-robotica/

[2]  https://interferencia.cl/articulos/posible-huelga-de-walmart-chile-se-centra-en-inteligencia-artificial-en-el-retail

Es precisamente en este punto donde la huelga de Líder-Waltmart nos obliga a sacudirnos la modorra y cambiar radicalmente la mirada con que estamos debatiendo sobre la educación en Chile.

El punto es que nuestras actuales escuelas, aún aquellas denominadas emblemáticas o de excelencia, están preparando a nuestros niños, niñas y jóvenes para un mundo que ya no existe.

Sin minimizar la importancia de las demandas legítimas del profesorado (como el problema de las deudas previsionales históricas), nos parece que si el Colegio de Profesores estuviera lo suficientemente enfocado en el tipo de educación necesaria para el siglo XXI, en lugar de defender la permanencia de las asignaturas de historia y educación física en el currículum obligatorio para III y IV medio, estaría llamando la atención sobre la obsolescencia del aprendizaje por asignaturas, en una época en lo que se requiere es la integración curricular, y en la que todos los contenidos curriculares están accesibles en forma más rápida y eficiente en numerosas plataformas virtuales (Khan Academy, por ejemplo).  

Si la Ministra, por su parte, tuviera plena claridad sobre los cambios que requiere el sistema educacional chileno, en lugar de responsabilizar al Gobierno anterior por el cambio curricular en cuestión, estaría explicando ese cambio como un pequeño hito en un proceso de transformación más profundo, en dirección hacia el paradigma educacional del siglo XXI, puesto que, al menos en el papel, las orientaciones curriculares del MINEDUC en los últimos años parecen ir en la dirección correcta.

En el caso del Instituto Nacional,

si los estudiantes, apoderados, docentes, directivos y la Municipalidad de Santiago estuvieran conscientes de las necesidades educativas del mundo que ya estamos viviendo, tal vez estarían menos enfrascados en discusiones relativas a la infraestructura del establecimiento, y estaría debatiendo sobre lo que ocurre en el aula cuando hay clases normales. Los años de historia del Instituto Nacional no son garantía de que seguirá siendo un Liceo de excelencia, porque lo que necesita Chile y el mundo es una educación completamente nueva.

A los padres y apoderados que arrojaron papeles

en la Cámara de Diputados la semana pasada, mientras mostraban pancartas defendiendo el mérito, les preguntaría, ¿mérito para qué? ¿Para estar en una escuela que les permita lucir su capital cultural previo, obteniendo así el promedio de notas necesario para entrar a la Universidad de su elección? ¿Cuánto de todo eso va a servir para desarrollar un proyecto de vida en el mundo del siglo XXI? También les invitaría a usar Netflix para vez la película “El niño que domó el viento”, basada en el caso real de un niño africano que echaron de su escuela, pero que con su experiencia de vida nos muestra el tipo de educación que puede ofrecer un futuro significativo para las nuevas generaciones.

Tal vez a los integrantes del Colegio de Profesores, a la Ministra de Educación, a la comunidad escolar del Instituto Nacional, a los padres y apoderados molestos con el actual Sistema de Admisión Escolar en Línea, 

y a todos los trabajadores y trabajadoras preocupados por el impacto de la automatización y la inteligencia artificial, les interese saber un grupo de 11 profesores destacados de México, recibió como premio la posibilidad de visitar y conocer la experiencia de Colegio Agrícola Los Mayos, de Santa Bárbara.

Este Colegio, la totalidad de cuyos estudiantes tienen – según los parámetros oficiales – altos índices de vulnerabilidad y difícilmente habrían podido acceder a los denominados “establecimientos emblemáticos” antes de la aprobación de la Ley de Inclusión, está embarcado, con el compromiso de toda su comunidad escolar, en un proceso de tránsito hacia una nueva educación, de acuerdo a los requerimientos del siglo XXI.

Cuando partió este proceso en 2016, había recibido una calificación de desempeño “insuficiente” por la Agencia de Calidad de la Educación, pero el 2017 subió a “medio-bajo” y en 2018 subió a “medio”. Sus estudiantes no solamente están aprendiendo de una manera nueva, activa y colaborativa, sino que lo están haciendo en un clima de convivencia altamente positiva. Esta es la razón de la visita del grupo de docentes mexicanos el próximo viernes. Tal vez, el conocimiento de ésta y otras experiencias que están ocurriendo en Chile pueda ampliar y refrescar el debate sobre la calidad de la educación en Chile.

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